marzo 22, 2007

Vuelo con sorpresa


Había una vez, hace mucho tiempo, un hombre muy emprendedor y osado que se llamaba Enrique. Sin embargo en los negocios no le iba muy bien y a todo el mundo le extrañaba que fuera así, dado su carácter y temperamento.
-¡Mira a Enrique, con lo inteligente y valiente que es, y nada…no levanta cabeza! - decían sus amigos y vecinos.

Una mañana Enrique estaba leyendo el periódico y se encontró con que el número de la lotería que siempre había seguido era el premiado. Su cabeza comenzó a dar mil vueltas pensando y repensando negocios, pero había una idea que le seducía desde pequeño: volar. Estaba decidido, ¡tendría una compañía aérea!
Compró entonces su primer avión, muy grande, de los mejores. Ya que empezaba había que hacerlo bien, pensó Enrique.

Llegó el gran día, el vuelo inaugural estaba planeado y listo. Los pasajeros serían sus amigos y vecinos, invitados gratis al evento.
El avión comenzó a carretear en la pista bamboleándose un poco…tal vez demasiado.
Una vez arriba el servicio no fue mejor. Las dos azafatas tropezaban entre sí, no acertaban con los pedidos de los pasajeros, se les caían las bandejas y para colmo el avión seguía en una trayectoria un tanto “irregular”…tal vez demasiado.
De las primeras bromas, los pasajeros comenzaron a pasar al pánico.
-¡Enrique! ¡Dónde está Enrique! - ya gritaban algunos. Pero Enrique, luego de las palabras iniciales que pronunció al pie del avión, había desaparecido.
La cosa no siguió mejor, casi peor…tal vez demasiado.

Pero los buenos vientos y la buena suerte hicieron que por fin llegaran a destino, no sin antes dar varios tumbos en la pista…tal vez demasiados.
Al bajar, los pasajeros irritados y descompuestos reclamaron otra vez a gritos la presencia de Enrique. Y Enrique apareció bajo la mirada atónita y sorprendida de sus pasajeros que no podían creer lo que veían.
Salió de la cabina con su recién estrenado uniforme de piloto, esbozando una sonrisa un poco tonta, como de disculpas.
-¡Tú, piloto! - atinó a decirle uno de sus amigos.
- Pues…sí. Siempre me gustaron los aviones, hice un pequeño curso, mis primas son de buen ver y habían querido siempre ser azafatas… en fin, pensé que podríamos hacerlo bien – balbuceó Enrique.
De pronto todos se dieron cuenta por qué a Enrique le había ido mal en los negocios.

El final del cuento lo dejo a gusto del lector, pero me permito sacar la moraleja.
No cualquiera puede manejar un negocio de cierta magnitud, sin embargo si se rodea de los que saben, seguramente lo podrá hacer mucho mejor.
Hace pocos días leí un artículo sobre un estudio realizado por ESADE y FBK sobre la empresa familiar andaluza. Algunas conclusiones asustan ¡el 43% de las empresas presentan riegos “inaceptables”! Una de las razones de peso es la falta de profesionalización.
Me atrevería a añadir algo, fruto de mi propia experiencia, los puestos más “duros” o técnicos seguramente están más profesionalizados que los intermedios de gestión.
¿Acaso un mecánico es más importante que un gerente?
¿El gerente no debe estar igualmente preparado en lo suyo?
¿Por qué muchos ponen a Enrique como piloto y a sus primas como azafatas?

Para pensar.
Hasta pronto.

marzo 12, 2007

Sobre normas y apariencias



Le enseñaré rápidamente, en pocas palabras, una forma muy eficaz de perder tiempo, dinero y una excelente oportunidad.
Sólo tiene que comprar un papel y un sello de goma, pagando por ellos varios miles de euros.
¿Fácil, no?
Le explicaré un poco más en detalle de qué se trata.
Cuando existen normas obligatorias para las empresas se supone que es para cumplirlas. Cuando en cambio las normas son voluntarias y la empresa se adhiere a ellas lo hará para obtener algún beneficio y no sólo “para cumplir”. Además, si no aprovecha el beneficio por completo habrá perdido parte de su tiempo, esfuerzo y dinero.
Pura lógica y sentido común, pero aún así…

Las Normas ISO 9001:2000 de Gestión de la Calidad, voluntarias por cierto, son un ejemplo. Lamentablemente más de una vez usted como cliente habrá dicho: “… ¿cómo puede esta empresa tener la ISO?”
Pues sí, una empresa puede no tener las normas certificadas y poseer una excelente y reconocida calidad, o por el contrario, tener dichas normas y no tener calidad desde el punto de vista de sus clientes.

Hablemos claro (cosa que se extraña en estos tiempos), los que llevamos años con estos temas coincidiremos en que la mayoría de las empresas que adoptan las normas ISO 9001:2000 de Gestión de la Calidad lo hace para la galería, para colgar el certificado en un bonito cuadro o poner un sello en sus papeles.
¡Qué oportunidad perdida cuando las podría haber aprovechado para una verdadera mejora en la calidad de la gestión!
Pero el cliente es implacable y tarde o temprano emite su juicio. Este es el que vale y posiciona a la empresa en el mercado, lo demás es cartón pintado.

Parte de este diagnóstico de la realidad lo confirman las palabras de Javier, experto en calidad, que pronunció durante una conversación, “… en Granada hay muchos que asesoran sobre estas normas pero casi no conozco a nadie que asesore sobre la mejora continua de procesos de calidad”.
No obstante es la mejora continua, de cara al cliente y con un importante cambio de actitud, lo que asegura la verdadera calidad. Pero, ¿qué es la mejora continua?
Este tema lo dejaré para una próxima nota, ahora solamente le añadiría, para completar la idea que he pretendido transmitir, una definición propia de la calidad que puse en el prólogo de uno de mis libros:

“La calidad comienza y continua con las personas. Se podrán crear procesos y máquinas que logren mayor eficiencia y calidad, pero siempre detrás de ellas habrá personas.
La calidad es mucho más que un certificado y un buen diseño de procesos en un manual, es una filosofía de trabajo y de vida que se centra en el valor que nuestra actividad y acciones añaden a los demás”


Para pensar.
Hasta pronto.