noviembre 30, 2008

Con nuevos ojos




Félix abrió el fuego con una pregunta difícil de responder, y el resto de los participantes del curso de emprendedores se sumaron al interrogante ¿se puede emprender un negocio ahora?

Sin duda no es fácil tomar una decisión en momentos como éste; todo el andamiaje que venías montando de creatividad, ideas, dinero, tiempo y esfuerzo…empieza a tambalearse.

Cuando luego Mª Cristina me comentó la pregunta que le hicieron me quedé pensando y la asocié con un tema del que me tocó hablar recientemente. Se trataba de la ineficiencia de procesos que muchas empresas ya consolidadas aún mantienen y que ahora, frente a la crisis, se manifiestan crudamente.

Cualquiera diría que en tiempos difíciles el emprendedor tiene su inexperiencia como un factor fundamental en contra, pero también se puede ver de otro ángulo: que no tiene los “vicios” generados en el desarrollo, como otros negocios, sobre todo si lo hicieron en épocas de bonanza.

Valga de ejemplo la eficiencia de los recursos. En buenas épocas el empresario sucumbe ante el canto de sirena de poner más empleados “…porque si no es imposible cumplir con la tarea…”, en vez de estudiar y optimizar sus procesos. Con los recursos materiales pasa otro tanto: alquileres, mobiliario, vehículos…el principio de austeridad se olvida por completo.

Sin embargo quien emprende en estos tiempos, parte de la austeridad y de la prudencia como base de todo su negocio. Además intentará, sin malos hábitos de por medio, diseñar los procesos de la manera más eficiente y actualizada posible, partiendo de cero.

Otro aspecto a favor para tener en cuenta es que en las buenas épocas los clientes “vienen a comprar”, en las malas hay que salir a buscarlos y mantenerlos…¡la imaginación al poder!

Como reflexión final:

Veremos desaparecer a muchos grandes pero ineficientes dinosaurios, mientras los que se “críen” en este ambiente adverso y lo superen, serán sin duda los grandes campeones de mañana.

Para pensar.

Hasta pronto.

octubre 22, 2008

¿Innovar ahora?

Al salir del acto de inauguración del curso académico de la Escuela Internacional de Gerencia algunos comentábamos la clase inaugural de la presidenta de Merck España, Laura González-Molero. Coincidimos en un concepto que nos llamó la atención: innovar no es sólo lograr avances tecnológicos más o menos complejos.

Pocos años atrás estaba colaborando con una de nuestras típicas PyMEs en la optimización de su gestión, y uno de los desafíos era mejorar el servicio al cliente y a la vez disminuir costes en la entrega a domicilio. Había algunas quejas de clientes porque no recibían sus compras en el plazo establecido y además, al hacer las cuentas de los costes de transporte, su incidencia era excesivamente alta. Voy al final de la historia, todo mejoró con un par de medidas muy simples: un buen mapa en la pared con un sistema para organizar las rutas y dejar cargadas las furgonetas al finalizar la jornada. Misión cumplida, los coste bajaron sensiblemente y los clientes estuvieron más satisfechos.

¿Esto es innovación? ¡Por supuesto que sí! Porque es un cambio hacia la mejora.

El continuo bombardeo de nuevas tecnologías y los avances en investigación y desarrollo de las grandes empresas, a menudo acobardan a muchos pequeños empresarios, que siguen sus rutinas de trabajo viendo cualquier cambio como una quimera imposible de alcanzar.

Sin embargo, en lo cotidiano, ¿cuántos procesos llevan años haciéndose en la empresa sin preguntarse por qué de esa forma? Tengo respuestas, me las han dado muchas veces: “…no hay tiempo”; “…para qué, funciona bien así”; “…ahora no vale la pena complicarnos con cambios”, etc., etc.
Es lógico, en tiempos de vacas gordas se minimiza la importancia de la optimización. No hay una percepción de urgencia, de necesidad. Pero las vacas flacas ya están aquí, probablemente pastando más tiempo de lo que todos quisiéramos.

¿No será un buen momento para repensar muchos procedimientos?

Estoy convencido que sí. No hay que dejarse nublar la mente por el pesimismo, paralizarnos hasta que escampe o sólo recortar gastos sin un plan bien pensado. Es la oportunidad de revisar los procesos de muchas áreas, o todas, las de la empresa; descubrir nuevas formas de hacer las cosas, más eficaces, más rentables, más simples.

Seguramente puede ser la hora de sacarnos de encima las viejas pieles de la rutina, mejor que tratar de sacar las piedras de antiguos caminos probablemente sea mucho mejor hacer nuevas sendas.
Si tomamos conciencia y actuamos en este sentido, en vez de acobardados y maltrechos saldremos fortalecidos.

Sí, ¡Innovar ahora!

Para pensar.
Hasta pronto.

julio 15, 2008

De crisis y estrategias


En los momentos de crisis o como queramos llamarle, no vale la pena entretenerse en la semántica que distrae a los que mucho dicen y poco hacen, hay infinidad de matices y variantes para “salvarse”, al menos. Sin embargo podemos resumir la actitud del empresario en el despliegue que pueda hacer de 5 estrategias básicas, conscientes o no, planificadas o espontáneas. Las he bautizado con los nombres de: Estrategias de “Burbuja”, “Tortuga”, “Tsunami”, “Pescador” y “Estratega”

Estrategia de la Burbuja
Se trataría básicamente de una estrategia pasiva en la que hacemos oídos sordos a la crisis. Es más o menos la misma actitud que tenemos cuando apretamos el acelerador del coche, olvidando las estadísticas y pensando que “a mí no me va a pasar nada”.
Esta actitud, si viene de un análisis serio de la situación, pues bienvenida, a seguir haciendo las cosas como hasta ahora, pero si sólo es optimismo visceral… ¡cuidado!
La mayoría de las veces esta estrategia (o tal vez deberíamos llamarla “no estrategia”) en realidad es una postergación hasta que la situación nos afecte muy directamente y entonces ya veremos. Es decir, reacción pura, de proacción nada.
Esto se traduce en una empresa que sigue como si nada en todas sus políticas y actividades. Si la crisis es corta y no muy profunda, sería una estrategia que resultaría más o menos acertada ya que no causa alarma, desmotivación, ni alimenta círculos viciosos. De lo contrario puede ser una bomba de tiempo.

Estrategia de la “Tortuga”
Todos sabemos que las tortugas se esconden en su caparazón ante el peligro. Se trata entonces de una estrategia también de tipo pasiva, aunque algo menos que la anterior, puesto que al menos no ignoramos el peligro.
Blindarse ante la crisis suena bien, pero para poder hacerlo tenemos que tener una caparazón resistente, es decir medios y capacidad para aguantar los embates del mercado y seguir en pie.
En la empresa se traduciría directamente en una política muy conservadora de ventas (mejor cobrar que vender), en suspender o eliminar emprendimientos y en el ajuste rabioso de costes en todas las áreas y sea donde sea. Algo así como una parálisis total.
¿Es una buena o mala estrategia? Dependerá por supuesto de cada circunstancia, pero creo que no siempre es la mejor, aunque por cierto suele ser la más común.

Estrategia del “Tsunami”
¡Se viene el tsunami, sálvese quien pueda, esto es una catástrofe!
Así como en la estrategia de la burbuja hablábamos de optimismo visceral aquí deberíamos hablar de pesimismo visceral.
Las consecuencias en la empresa pueden ser catastróficas, es decir la profecía autocumplida. La gente se desmotiva, los mejores tratan de huir del barco y nos quedamos invariablemente con los peorcillos, el temor nos paraliza y perdemos mercado que luego puede ser muy difícil de recuperar. En fin, una autodestrucción, seguramente no voluntaria, pero… que puede ser desgraciadamente muy efectiva.

Estrategia del “Pescador”
Se trata de una estrategia que aplica el conocido dicho de “a río revuelto…”.
Sin duda es una estrategia activa cuya clave se basa en encontrar la oportunidad puntual. Al decir puntual me refiero a la ocasión esté donde esté, tenga que ver mucho, poco o nada con mi negocio a largo plazo. Lo que significa tal vez buenos negocios puntuales pero no necesariamente quedar en una mejor posición cuando la crisis termine, y hasta podemos quedar mal parados si nos hemos metido en negocios de corto aliento e incluso algo riesgosos (ya conocemos la tentación: a más riesgo, más ganancia).

Estrategia del “Estratega”
Perdonen el juego de palabras, no suena muy bien, pero sí que funciona muy bien.
La mente de un verdadero estratega de negocios pasa por un análisis serio de la situación, dejando de lado todo lo posible el aspecto “visceral” del tema y mirando no sólo al “ahora” sino al “después”.
¿A quiénes afecta la crisis que pueda repercutir en nuestra empresa y en qué medida? ¿Cuánto podrá durar y las previsiones que deberemos tomar a lo largo del tiempo? ¿Cómo nos encontramos ante ella, nuestros puntos fuertes y débiles? ¿Qué estrategias y tácticas emplearemos? ¿Tenemos un plan de contingencia por si…?
Estas, cómo mínimo, son las preguntas que nos debemos hacer frente a una crisis.
La consecuencia es que habrá un plan, disminuyendo al máximo posible las sorpresas desagradables. Nuestra gente sabrá que no estamos dando palos de ciego y esto mantendrá alta la moral, aunque haya restricciones poco deseadas. No estaremos recortando gastos sea donde sea y como sea, sino en las áreas que no son claves en una visión de la empresa a mediano-largo plazo, de manera que al terminar la crisis no nos encontremos mal posicionados frente a la competencia.
Si aprovechamos la crisis positivamente nos puede servir para reflexionar y tal vez replantearnos algunos aspectos del negocio de cara al futuro. Buscaremos tal vez ampliar, diversificar, o … en el peor de los casos, aprenderemos para la próxima vez (¡ojalá que no sea necesario!) qué y cómo hacer mejor las cosas.
En pocas palabras, si somos buenos estrategas saldremos fortalecidos.

Recordemos estas claves: mente analítica y pensar en lo inmediato, pero previendo lo que pueda venir y cómo estaremos y qué haremos el día después de que pase la crisis.

Para pensar.
Hasta pronto.

abril 21, 2008

Work y Brain

Hace ya muchos años Work y Brain (esos eran sus apodos) se hicieron muy buenos amigos cuando estudiaban en la facultad. Ambos terminaron sus estudios a la vez, pero la vida los fue separando lentamente, a partir del día en que los dos se titularon e hicieron, esa misma tarde, un juramento: “...seremos millonarios”

Los dos habían recibido desde siempre en su familia una educación basada en la cultura del trabajo. Sus padres coincidían en decirles mensajes como: “… la clave del éxito está en el trabajo duro…”
Este mensaje les había calado hondo. Sus notas estaban por encima de la media, estudiando y cumpliendo siempre con sus responsabilidades y obligaciones. Habían aprendido lo que habían visto en su casa.
Sin embargo Brain casi siempre estaba algo mejor en las notas que Work a pesar de que este último se aplicaba más tiempo al estudio. Alguna vez hablaron de esto.
- Oye Brain siempre tienes más suerte que yo en los exámenes, o es que serás más inteligente – le decía Work un poco en serio y un poco en broma.
- No lo creo, me parece que lo que pasa es que tú estudias con mucha frecuencia sólo y yo casi siempre lo hago con el que más sabe del tema, eso me ayuda mucho – le respondía Brain.

No había pasado mucho tiempo desde su titulación cuando, por distintos caminos, se les presentó una oportunidad, la de entrar a trabajar cada uno en distintas empresas importantes.
Work trabajó incansablemente. Para él no había horarios y muy pocos descansos. Su sacrificio incondicional a la empresa agradaba mucho a sus jefes y se fue ganando sucesivos ascensos.
“Así llegaré alto en la empresa, ganaré un buen dinero y luego me independizaré, aún joven, para montar mi propio negocio”, solía repetir Work.

Brain pensaba igual, el objetivo parecía ser el mismo, sin embargo su manera para intentar alcanzarlo no era la misma. Se daba sus tiempos para la familia, el ocio y los amigos. Cuando había que hacer un esfuerzo extra, lo hacía, pero sobre todo tenía la habilidad de estar donde había que estar y hacer lo que había que hacer, con efectividad. Sus jefes admiraban su habilidad y logros.

Con tan sólo un año de diferencia Brain y Work habían cumplido su primer objetivo, renunciaron a sus trabajos y montaron sus propios negocios. La idea inicial de su juramento “seremos millonarios” seguía viva como nunca.

Hacía años que no se veían y en un encuentro casual, resumieron sus vidas.
Work contaba que le iba muy bien en su empresa, que mirado objetivamente ya era millonario, pero que al final seguía tan esclavo como cuando trabajaba para otros. Era el primero en llegar a trabajar y el último en irse, no tenía casi fines de semana, adelantando trabajo. Su familia poco contaba con él, salvo algunos días, no todos, de las vacaciones. Seguía al detalle todos los movimientos de sus empleados. Su máxima era “…hay que trabajar muy duro, al final nadie hace las cosas mejor que uno mismo, si no vigilas…”
Brain también era millonario, pero su vida era muy distinta. Se ocupaba sólo de los grandes temas de la empresa, para eso había dedicado una gran parte de su tiempo en buscar la mejor gente, formándola continuamente y dándoles poder paulatinamente, de tal manera que contaba con un plantel de verdaderos profesionales en los que podía confiar.
Esto había sido la clave para ser lo que el mismo definía como “…libre, dueño de mi tiempo”.

Esa conversación impactó a Work, el no podía decir lo mismo. Había trabajado muy duro pero no estaba conforme con su vida ¿qué había hecho mal?
Unos días después llamó a Brain:
- ¿Tienes tiempo para que hablemos?
- Por supuesto – le contestó rápidamente Brain.
- Mañana he dejado el día libre para pensar y hablar contigo, quisiera que me cuentes como has ganado tu “libertad”. Por un día la empresa quedará en manos de los empleados – añadió Work con cierto desasosiego.
- Es un buen comienzo ¿te parece a las 10?

Para pensar.
Hasta pronto.