julio 15, 2008

De crisis y estrategias


En los momentos de crisis o como queramos llamarle, no vale la pena entretenerse en la semántica que distrae a los que mucho dicen y poco hacen, hay infinidad de matices y variantes para “salvarse”, al menos. Sin embargo podemos resumir la actitud del empresario en el despliegue que pueda hacer de 5 estrategias básicas, conscientes o no, planificadas o espontáneas. Las he bautizado con los nombres de: Estrategias de “Burbuja”, “Tortuga”, “Tsunami”, “Pescador” y “Estratega”

Estrategia de la Burbuja
Se trataría básicamente de una estrategia pasiva en la que hacemos oídos sordos a la crisis. Es más o menos la misma actitud que tenemos cuando apretamos el acelerador del coche, olvidando las estadísticas y pensando que “a mí no me va a pasar nada”.
Esta actitud, si viene de un análisis serio de la situación, pues bienvenida, a seguir haciendo las cosas como hasta ahora, pero si sólo es optimismo visceral… ¡cuidado!
La mayoría de las veces esta estrategia (o tal vez deberíamos llamarla “no estrategia”) en realidad es una postergación hasta que la situación nos afecte muy directamente y entonces ya veremos. Es decir, reacción pura, de proacción nada.
Esto se traduce en una empresa que sigue como si nada en todas sus políticas y actividades. Si la crisis es corta y no muy profunda, sería una estrategia que resultaría más o menos acertada ya que no causa alarma, desmotivación, ni alimenta círculos viciosos. De lo contrario puede ser una bomba de tiempo.

Estrategia de la “Tortuga”
Todos sabemos que las tortugas se esconden en su caparazón ante el peligro. Se trata entonces de una estrategia también de tipo pasiva, aunque algo menos que la anterior, puesto que al menos no ignoramos el peligro.
Blindarse ante la crisis suena bien, pero para poder hacerlo tenemos que tener una caparazón resistente, es decir medios y capacidad para aguantar los embates del mercado y seguir en pie.
En la empresa se traduciría directamente en una política muy conservadora de ventas (mejor cobrar que vender), en suspender o eliminar emprendimientos y en el ajuste rabioso de costes en todas las áreas y sea donde sea. Algo así como una parálisis total.
¿Es una buena o mala estrategia? Dependerá por supuesto de cada circunstancia, pero creo que no siempre es la mejor, aunque por cierto suele ser la más común.

Estrategia del “Tsunami”
¡Se viene el tsunami, sálvese quien pueda, esto es una catástrofe!
Así como en la estrategia de la burbuja hablábamos de optimismo visceral aquí deberíamos hablar de pesimismo visceral.
Las consecuencias en la empresa pueden ser catastróficas, es decir la profecía autocumplida. La gente se desmotiva, los mejores tratan de huir del barco y nos quedamos invariablemente con los peorcillos, el temor nos paraliza y perdemos mercado que luego puede ser muy difícil de recuperar. En fin, una autodestrucción, seguramente no voluntaria, pero… que puede ser desgraciadamente muy efectiva.

Estrategia del “Pescador”
Se trata de una estrategia que aplica el conocido dicho de “a río revuelto…”.
Sin duda es una estrategia activa cuya clave se basa en encontrar la oportunidad puntual. Al decir puntual me refiero a la ocasión esté donde esté, tenga que ver mucho, poco o nada con mi negocio a largo plazo. Lo que significa tal vez buenos negocios puntuales pero no necesariamente quedar en una mejor posición cuando la crisis termine, y hasta podemos quedar mal parados si nos hemos metido en negocios de corto aliento e incluso algo riesgosos (ya conocemos la tentación: a más riesgo, más ganancia).

Estrategia del “Estratega”
Perdonen el juego de palabras, no suena muy bien, pero sí que funciona muy bien.
La mente de un verdadero estratega de negocios pasa por un análisis serio de la situación, dejando de lado todo lo posible el aspecto “visceral” del tema y mirando no sólo al “ahora” sino al “después”.
¿A quiénes afecta la crisis que pueda repercutir en nuestra empresa y en qué medida? ¿Cuánto podrá durar y las previsiones que deberemos tomar a lo largo del tiempo? ¿Cómo nos encontramos ante ella, nuestros puntos fuertes y débiles? ¿Qué estrategias y tácticas emplearemos? ¿Tenemos un plan de contingencia por si…?
Estas, cómo mínimo, son las preguntas que nos debemos hacer frente a una crisis.
La consecuencia es que habrá un plan, disminuyendo al máximo posible las sorpresas desagradables. Nuestra gente sabrá que no estamos dando palos de ciego y esto mantendrá alta la moral, aunque haya restricciones poco deseadas. No estaremos recortando gastos sea donde sea y como sea, sino en las áreas que no son claves en una visión de la empresa a mediano-largo plazo, de manera que al terminar la crisis no nos encontremos mal posicionados frente a la competencia.
Si aprovechamos la crisis positivamente nos puede servir para reflexionar y tal vez replantearnos algunos aspectos del negocio de cara al futuro. Buscaremos tal vez ampliar, diversificar, o … en el peor de los casos, aprenderemos para la próxima vez (¡ojalá que no sea necesario!) qué y cómo hacer mejor las cosas.
En pocas palabras, si somos buenos estrategas saldremos fortalecidos.

Recordemos estas claves: mente analítica y pensar en lo inmediato, pero previendo lo que pueda venir y cómo estaremos y qué haremos el día después de que pase la crisis.

Para pensar.
Hasta pronto.